La educación es un proceso, a través del cual, extrayéndose la personalidad de aquel a quien se educa mediante un alumbramiento, se logra que èste asuma la ducción de su propia conducta. Educar es, interpretado así, inducir al hombre a ser su autoductor.
Ahora cabe preguntarnos si tal función se cumple en su integridad o más bien es sesgada y por tanto, dirigida pasando a denominarse manipulación. Como podemos observar en el cuadro que a continuación se expone, conocida la existencia de diferentes capacidades, si echamos un vistazo a los diseños educativos desde su aparición, la mayor parte de ellas han quedado al margen, estimulándose solamente unas pocas de entre las muchas que existen.
Así podríamos concluir que más que educar se ha adoctrinado parcialmente al niño que, de adulto, pagará un alto precio por estas carencias, bien se trate desde el ámbito educativo estrictamente dicho o desde el núcleo familiar: no se puede enseñar lo que no se sabe.
Y para mayor abundamiento, estas carencias seguro provocan que el nivel de desconocimiento arrastrado nos lleve a perder la posibilidad de experimentar mejor y más sabiamente. Al final todo se paga y probablemente, gran parte de los elementos que castigan a la Humanidad puedan tener su origen en este defecto que casi nadie nos cuenta y que, a lo mejor para algunos, es conveniente que pase desapercibido.
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